(Imagem: internet)
Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas,
que eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día
juntos, riendo, despeinados.
2 comentários:
Una alegría volver a leerte Inés.
Magnífico cortazar
Un saludo
Gracias,Felipe. Saludo.
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